Transformando espacios

A dos horas de la Ciudad de México, el pueblo de Valle de Bravo se encuentra rodeado de montañas, con un clima perpetuamente templado y vistas panorámicas de paisajes naturales. Ahí, el terreno de Casa Aguacates, un proyecto residencial pensado como casa de fin de semana, y diseñado por el arquitecto Francisco Pardo donde se encuentra un campo de aguacates, que baja hacia un bosque y una barranca.

“La idea principal era que el proyecto tuviera vista al bosque, pero el cliente también quería dejar el campo de aguacates intacto”, explica Pardo, “y así llegamos a la decisión de hundir la casa en el terreno.” Los aguacates ahora nacen por encima de la estructura oculta, la cual ve hacia las copas de los árboles del bosque. El cliente, cuenta Pardo, practica aladeltismo, un deporte que consiste en realizar vuelos sin motor. Juntos, el par se interesó por lo que llamaron “la quinta fachada” la vista desde el cielo. La intención de tener un impacto mínimo sobre esa perspectiva se volvió la característica que define al proyecto.

El programa fue sencillo una planta libre alberga la cocina, comedor y sala, rodeados por una recámara principal, dos cuartos de huéspedes y un estudio. El área trasera se perforó para crear un patio interior que, además de servir como una segunda fuente de luz solar y ventilación, ofrece una yuxtaposición entre elementos naturales. De un lado, la vista a la naturaleza inmaculado; del otro, un paisaje domesticado. Así, la casa existe entre dos realidades, como una sutil expresión de la habilidad que tiene la arquitectura para ejercer control y coexistir en una agradable tensión con su contexto natural.

Como la mayoría de los proyectos que desarrolla el estudio de Pardo, la paleta de materiales de Casa Aguacates es sencilla. “Sobre todo porque es una casa de fin de semana, queríamos asegurarnos de que sería de bajo mantenimiento”, dice Pardo. Una estructura de concreto aparente se interrumpe sólo por muros revestidos de Chukum, un material natural de la región de Yucatán, y muros divisorios hechos con madera de pino, la misma que se utilizó para la cimbra durante el proceso constructivo. “De hecho, usamos el resto de la cimbra sobrante para construir una pequeña cabaña de servicio por encima de la casa,” cuenta Pardo, “y también funciona como una especie de mirador, porque tiene vistas panorámicas de todo el terreno.”